jueves, 6 de octubre de 2005

Yo soy tu amigo cruel

Siempre me prometí que algún día les contaría la historia de mi gemelo y la media medalla. Una historia azotada por un destino cruel, maquiavelizada por una persona cruel y llevada a cabo de una manera definitivamente... cruel.

El primer regalo del que soy capaz de hacer memoria es aquel diccionario de sinónimos, a los dos añitos. Y vaya si me fue útil. Nivelamos la cama y finalmente me sirvió para poder descansar. Antes iba en el patio, de tobogán.

De todos modos, dormir jamás fue tarea fácil para mí. Sueños que me atormentaban, una misteriosa media medalla colgando de mi cuello y el pelotudo de mi hermano mayor picándome la oreja con un palito, concha de su recalcada madre. Siempre nos llevamos para atrás. Como si hubiésemos sido capaces de oler que no compartíamos la misma sangre, los mismos padres. Ni los torrents nos compartíamos.

Y en casa también se marcaban las diferencias. Si bien no me molestaba que a él le llevasen el desayuno a la cama, el problema era que se lo tenía que preparar yo. Todo, absolutamente todo, le festejaban: el primer diente caído, tragarse el segundo y partirse el tercero yéndose de boca contra un cantero también. Y eso incluye los cuatro puntos en el labio inferior, que ameritaron pelota nueva y guantes. Y claro, a mí ni un puto cumpleaños. Aunque ese día podía repetir y me daban otra frazada.

Pero tan solo era un pequeño renacuajo con aspiraciones a saltamontes. ¿Cómo podía yo saber que la vida no estaba siendo justa conmigo? Qué grosso saltar montes. Y también qué grossa la canción del león que "no puedo saltarlo (no puedo saltarlo), no puedo rodearlo (no puedo rodearlo). Oh, qué haremos?". Lo primero que me llamó la atención, aparte de que se limpiaran el culo con la toalla de mano, fue una discusión que escuché sin querer entre papá y mamá.

"¿Ahí viene?"
"Seh, ahí viene el boludo, y se está sacando los mocos. En cualquier momento se toca el cerebelo con el índice."
"Bueh, ya sabés, como si nada eh."
"Ejem... ¿Qué vamos a hacer con Fernando?... Yo ya no puedo aguantar más esta situación."
"¿Qué querés, dejarlo a la deriva? Tiene 7 años, por Dios."
"No, me estás pisando, pelotuda."
"Ay disculpame, es que estoy tan alterada que ni me di cuenta."

Intentó sentarse, desplomándose, y su marido, aprovechando el momento de confusión, le corrió la silla para luego observar a carcajadas como el coxis de su esposa colisionaba con la cerámica de la cocina en un desprevenido ademán. Fue grosso porque se re hizo mierda. Las siguientes dos semanas anduvo caminando como si la hubiese ensartado un burro superdotado. Hacía integrales y todo el hijo de puta.

Al instante papá recordó que, supuestamente, yo debería estar observando la escena. Alzó la cabeza y se la puso de lleno contra la alacena. Desde el suelo y entre gemidos de dolor, mamá exclamó:

"Por turro te pasa."
"Callate puta."

Ahí justo regresaba yo del baño porque me había roto una venita de tanto escarbarme y sangraba como foto de Rodrigo.

"¡¿CALLATE QUÉ LE DIJISTE A MI MAMÁ?!"
"Puta."
"Ah, no había escuchado bien."
"¿Ya te bañaste vos?"
"No."
"¿Y qué estás esperando?"
"Estar sucio."
"Sucia tenés el alma, pendejo. Rajá para la ducha ya. ¡Y nada de agua caliente eh!"
"Pero, papá..."
"¿Lo vas a pagar vos el gas?"
"Sí."
"¿Con qué?"
"Tengo unos LeCop que me encontré el otro día en la calle."
"Yo tengo un par de zapatillas Le Coq Sportif del 84. Andá a ducharte."

Dejé la cocina y me dirigí al baño, confundido pero al mismo tiempo más seguro. Lo había visto con mis propios ojos: dejaban la mayonesa afuera de la heladera. Así no hay pebete de jamón y queso que aguante. Ya en la bañera, me dediqué a meditar sobre mi situación y las dudas que aquel episodio había esbozado en mí. ¿Quién era yo? ¿Quiénes eran ellos? ¿Tan caro está el gas, la puta madre? El solo pensar que podría no ser miembro de aquella familia me hacía tiritar. El frío también. Envuelto en la toalla, decidí tomar el primer paso: consultar a un detective privado.

Seguramente él, fuese quién fuese, sería la llave para desenmarañar toda esta bola de hechos cuidadosamente hilvanada. La llave que arrancase el micro, y Bariló, Bariló, no vamo a Bariló.

Tomé la guía de teléfonos como punto de partida. Arrojé el dado, saqué 4 y el casillero decía una paloma le caga la corbata y debe regresar a cambiártela. Pierde un turno. La paloma disfrutó cagándolo. Si bien es cierto que no tenía corbata, no me gusta hacer trampa así que aguanté 10 minutos más en el baño. Finalizado el Andrés (período), me dirigí al escritorio. Mi viejo estaba en el teléfono y la puerta entreabierta:

"¿Así que te estás sacando la bombachita? Mirá vos? Y decime, ¿de qué color es? ¿Roja? Uhhh, me encanta el rojo?"
"Pa, dale que necesito hablar."
"Aguantá que papito se está calentando por teléfono con una mujerzuela."
"¿Cómo se llama?"
"Corina."
"Mandale saludos."
"Te manda saludos mi nene. Sí, un tierno bárbaro. No, no, el nuestro no, el que nos encajó mi jefe hace unos años cuando separó a los hermanitos... Creo que hablé de más, después te llamo."

Todo cerraba: las diferencias, el desarraigo, la medalla... La puerta, culpa de una ráfaga (de amor), el MSN para mantenimiento de los servidores.

"Hijo..."
"Papá..."
"Hijo..."
"Papá..."
"Iba a decir hijo de nuevo, pero ya ni da."
"Posta que no."
"Creo que hablé de más."
"Y sí. Decime, ¿el teléfono lo vas a pagar vos?"
"Pero..."
"Son 0,75 + IVA el minuto. Cuando se entere mamá te mata."
"¿Dónde te pensás que labura tu vieja, iluso?"
"¿No hacía petes en Godoy Cruz?"
"La ascendieron."
"Mirá vos che... ¿Y ella está contenta?"
"Y... la paga no es mucha pero somos felices. Tuvimos que resignar el papel acolchonadito."
"Sí, lo noté." Ahí me llevé una mano a la cara y lloré. Con la otra acaricié mis nalgas amablemente.
"Imagino que querrás que te explique todo. Una tarde mi jefe me agarró y me dijo: 'tú la traes'. Yo le contesté que no quería traerla (?) y él me replicó que o la traía o me encajaba al pendejo. Desconcertado, pregunté qué pendejo y tras mostrarme un pelo púbico y reír, me explicó que acababa de separar un par de gemelos y enviar uno a Francia, pero que le faltaba ubicar al otro. Según él, contaba la profecía que un hombre de raza aria con defectos congénitos llegaría a tener el mundo a sus pies si no era detenido de pequeño."
"¿Y eso qué tiene que ver conmigo y mi hermano?"
"Ah, nada, a ustedes los separó porque le cabió."

La necesidad del reencuentro me invadió. 7 años de mi vida ya habían transcurrido sin la compañía de mi gemelo, del cual aún no conocía ni su nombre, pero quería como un licuado de banana en verano. Y eso ya es mucho decir.

"¿Pero vos no podés ir preso por esto?"
"Tranquilo, estoy con todas las de la ley"
"¿Qué ley puede amparar lo que hiciste?"
"No, el club de fans de Beto Cuevas. Me re hacen el aguante."
"Tengo que encontrar a mi hermano"
"Tomá: acá tenés el número de un buen detective privado."
"¿Cómo supiste que iba a buscar un detective privado?"
"No, si le ibas a salir a preguntar al diariero si no lo vio doblar la esquina, pedazo de gil."

Inmediatamente me contacté con el hombre. De gabardina y sombrero, perfectamente estereotipado, lo encontré en el bar donde habíamos planeado la cita. Le expliqué detalladamente que buscaba a un niño de 7 años, de cabello oscuro y rizado, con una media medalla colgada en el pecho (y le enseñé la que llevaba).

Enorme fue mi sorpresa cuando recibí su llamado a los pocos días. Todos se aglutinaron a mi alrededor cual fideos pasados y nos dispusimos a recibir las buenas nuevas.

"¿Qué noticias hay??
"Las mejores. Lo he localizado."
"¿Tan rápido?"
"Me fue mucho más fácil de lo que esperaba. No está en Francia como todos creíamos. De hecho, jamás salió del país."
"Prosiga, prosiga por favor..."
"El muchacho está viviendo con sus padres y un hermano en la calle Ensenada 657 y va al Manuel Belgrano, una estatal."
"Ese soy yo, pedazo de infeliz."
"¿Cuándo puedo pasar a cobrar mis honorarios?"
"El día que las vacas vuelen y los radicales voten a Perón."
"Pero los radicales no se llevan con... Ahhhhhhhhhhhhhhhhh. Uh, que mal."
"Sí, que mal."
"Y de casualidad? ¿un Vodka no tienen?"

Le colgué. A mi nadie me toma el Vodka.

Abundante fue mi desilusión. El hecho de tener que localizar por mí mismo a mi hermano me abrumó completamente. La única que a los 7 años se la re bancaba era la sobrina del inspector Gadget. Cla, con ese libro computadora que te hace todo cualquiera. Apretaba un botón y llegaba el del delivery con la pizza. ¿La pequeña Lulú cuántos años tiene? También rulea mal.
Y finalmente tomé la decisión de dejarlo todo e ir en búsqueda de mi franchute y aburguesado gemelo. Lo primero que hice fue acercarme al colegio, despedirme de mis compañeros, de la directora, del portero, de la secretaria, de la del buffet. Y sopapear a la maestra, por puta retorcida.

En casa me armé la mochila con todo, y mis "padres" se encargaron de conseguirme el pasaje. Para qué continuar con detalles; simplemente quisiera marcar algo de la despedida:

"¿Estás seguro de lo que hacés?"
"No."
"¿Y por qué te vas?"
"Me lo dijo Dios."
"¿Dios te dijo que te fueras?"
"En un sueño. Lo encontré tratando de desvirgar a la Virgen y me encajó esto."
"Hijo no te vayas. Nosotros te vimos hambriento, y te dimos de comer; te vimos sediento, y te dimos de beber; te vimos caído, y como nos cagamos de la risa jajaaaaaajjajajaj te acordás amor como se la dio contra la cajonera ajajajajaj y lloraba el putito jajajajaj... No te vayas, te queremos."
"Si me dejan usar el agua caliente, me quedo."
"Buen viaje hijo, te vamos a extrañar mucho. Ojalá encuentres a tu hermano pronto. Apurate que se te va el vuelo."

Y cuando me quise acordar, estaba abordando el vuelo hacia París. De un lado tenía a la cigüeña que venía de dejar trillizos y del otro a Manuelita que estaba tirando cliché por ahí...

Una vez que el avión hubo despegado, recliné mi asiento y me dispuse a descansar. No eran solo 14 horas de vuelo que me esperaban, sino una vida de incansable búsqueda y mucha baguette.