domingo, 5 de febrero de 2006

Te re cabió el regreso

Uf, fueron más de tres meses de sequía, la puta madre. Pero Spike siempre vuelve, y mejorado. Pelón también siempre vuelve y cada vez es peor. Sinceramente una alegría estar de nuevo por acá, ya estaba pensando que esto desaparecía pero me las ingenié para escribir alguna forrada y tirar un rato.

Posts en mente hay, así que si la paja no me supera esto se actualizará más seguido. En tan solo minutos parto para Bariloche a mochilearla por las montañas, pero el 15 estamos de vuelta. Mientras tanto, acá queda el capítulo II tan prometido del pendejo de la media medalla:








Pisé el aeropuerto de París tras descender del avión con la misma actitud con la que cualquiera de ustedes abre un Danette: saben que el chocolate está ahí, pero lo quieren ya. Y no podía encontrar un puto kiosko. ¿Tendrán Águila para baño? Lo quiero comer mientras cago.

Con las valijas llevándome a mí, me aventuré a las calles de la ciudad luz. 7 años y solo en París. En tu cara, Macaulay Culkin. Una vez parado en la acera (y qué buena palabra, junto con timo y redada se llevan todos los premios. Es más, verdaderamente considero que la RAE debería entregar anualmente los Awords. Ya me imagino abrazado a Pablito Lescano y Ariel el de los Pibes Chorros, con la estatuilla en la mano, diciendo: "Bueno, antes que nada muchas gracias. Nunca pensamos que podríamos llegar a las 745 deformaciones del verbo caber, pero ya ven, acá estamos, más felices que la piba lechera en Mastellone Hnos. Gracias a todos"), por primera vez me sentí abrumado, superado ampliamente por la situación. Ni cuando se me paró el pito antes de hacer pis arriba del avión perdí la calma. Aún sabiendo que existía el riesgo de manguerear los azulejos y hacer cascadita, utilicé toda mi flexibilidad y soltura para salir adelante como los que saben. Eso sin contar que hice sentado.

Frené un segundo y miré a mi alrededor. Entre estos tantos millones de personas está mi hermano. ¿Será mucho un millón? Estaba sin un penique en los bolsillos. Los pantalones no tenían. Andar por las calles podía ser riesgoso. Siempre hay algún oportunista tratando de encajarte los Sugus confitados de limón que le sobraron. No somos ingenuos, sabemos bien que el ratón Pérez se apellida Gutierrez. Es como Sofovich. Por lo ratón.

Tenía que tomar un taxi, si no no habría de llegar lejos. Bueh, sí, pero qué paja caminar. Aparte, los nenes no tenemos que cruzar la calle solos, y dar vueltas manzana alrededor del aeropuerto es un pijazo del Bambino. Al primer taxi que vi venir lo dejé pasar, tenía mucha cara de francés. El segundo también, tenía mucha cara de argentino, me iba a cagar. El tercero, que venía con una bolsa en la cabeza, fue el candidato perfecto. Estiré la manito, me cagó una paloma, puteé, la paloma me puteó, le hice faquiu (¿qué será?). Me llegaba a hacer faquiu con el ala y me volvía a Buenos Aires. Se tragó un vidrio así que no. Con el coche parado y desde su asiento, el taxista me miró con cara de "¿vas a subir?". Yo lo miré como diciendo "tenés una bolsa en la cara, no te entiendo nada" y por las dudas subí.

"¿Habla español?"
"No, ¿vos?"
"Maso, viví cinco años en incubadora; mi viejo es miope y me veía chiquito."
"Se va a complicar la comunicación entonces."
"Mal."
"¿Dónde te llevo?"
"A una pensión linda y barata."
"No, no entiendo español."

La situación se ponía difícil.

"A una pensión linda y barata, en francés."
"Oh sí, a la orden, señor."
"¿Qué soy, un cheque?"
"Si quiere lo endoso por atrás, señor."
"... No, no entiendo español."
"Que te voy a meter la baguette por el orto, no te hagas el gil... Creo que llegamos."

Miré por la ventanilla. Frente a mí, una estructura se erigía imponente y amplia, toda vidriada.

"¿Qué le parece, señor?"
"Es, es... el aeropuerto, pánfilo."

En efecto, era el aeropuerto. Por ahí si le sacabas un cachito el efecto la careteaba de estación de ómnibus, pero hasta el tachero me lo negó con cara de forense. Es un garrón cuando ponen esa cara porque fija que no lo revivís con nada. Si lo dice la abuela, no le creés, qué va a saber la vieja esa con el Alzheimer que tiene, y si no tiene, seguro mira a Rial así que se le contagian las ganas de inventar pelotudeces. Si lo dice el negro, ese de las películas, fue, porque le revive de atrás y lo caga matando. O lo mata cagando, depende de si están en el baño o no.

Tras discutir brevemente sobre la belicosa situación que se estaba viviendo en la ciudad y los dichos del ministro Sarkozi, llegamos a la conclusión de que lo mejor era bajarnos porque definitivamente los negros no iban a dejar de batirnos el auto, y estos sí que no entendían español. El taxi quedó quemadito como remera de A+.

Me encontré (pica yo)una vez más parado en la acera, esta vez con el hombre de la jeta embolsada a mi lado. En silencio, ambos mirábamos como los negros seguían haciendo de las suyas con lo de los demás, y me surgió una duda:

"¿Acá también tan pidiendo cárcel a Chabán?"
"No, trato igualitario."
"Ah, como el jorobado de Notre Dame."
"Es todo una película, no existe."
"¿El jorobado?"
"No, el trato igualitario."
"¿Y el jorobado?"
"Vive acá a la vuelta, en un duplex."
"¿Con quién?"
"Él vive en el tercero y la joroba en el cuarto."

Me di cuenta que hasta el momento no había tomado el camino correcto. Quizás fuese mi edad, quizás fuese la suerte, o quizás eran necesarios más favores sexuales. Y sí, los pasajes no nacen de un repollo. Una sola cosa puede salir de un repollo y eso es una buena ensalada o un repollito.

Me miré el pecho y la media medalla se encargó de recordarme que no venía a revivir un día en París con Sofía Zámolo ni Roland Garros ni nada de nada. Había un hermano con el cual reencontrarse, con el cual jugar a los Caballeros del Zodíaco y terminar a las piñas por querer ser Seiya. Que se meta el meteoro en el ojete, yo via ser Torrento de Sirene, tocar la flauta traversa y en consecuencia comérmela hasta el último centímetro. Pero primero lo primero: un lugar para dormir, así que en principio una buena idea era intentar relacionarse con el de la jeta embolsada. Me contó que se llamaba Igor y que venía de Burundi, una tierra donde la gente es tan negra que no toma Sol, lo absorbe y hace fotosíntesis. Me comentó que era programador en varios lenguajes, y que había tenido que salir a trabajar de taxista mientras laburaba en un ambicioso proyecto independiente.

"¿Y programás en Java?"
"Nooo, en mi casa."

Oh sí sí, era el momento adecuado para el mangazo. Pum! Con el de la sartén y a dormir (?). Fui llevando la conversación hacia donde quería. ¿Por dónde vivís? Ahhh, ¿y es grande tu casa? ¿Vivís solo? ¿Agua caliente hay, no?

"No pibe, el presupuesto no da para tanto."
"La puta que te parió."

Medio como que se calentó cuando lo puteé, pero todo bien igual, se copó con que viviese en el departamento y le voy a estar eternamente agradecido. Encima por la módica suma de lavar los platos prometió que no me rompería el orto las primeras 2 semanas. Hospitalidad ante todo.

Era fácil: tenía que encontrar a mi hermano antes de dos semanas y así poder salvar mi integridad anal, conservar la soberanía sobre mis nalgas. Porque este culo, si ha de ser roto, al menos que sea por Michael Jackson que tiene toda la tarasca. ¿Quién no dejaría que el glande del rey del pop haga sociales con nuestro colon por un par de palos verdes?

Caminando por la calle hacia el habitáculo de Igor (me llegaba a culear un flaco de nombre Igor y me mataba), llegué a relatarle la historia de la media medalla, de mis padres y de la búsqueda que había emprendido para encontrar a mi hermano gemelo. Se sintió sorprendido de las agallas que tenía para mi corta edad, así que le dije que más se iba a sorprender con el taco de pool que tenía entre las piernas.

"¿Qué hacés vos con un taco de pool entre las piernas?"
"Y bueh, nunca sabés cuando se puede armar un partidito."
"Ando con ganas de poner una mesa en casa."
"La rompería."
"Sí, tengo las bolas llenas de comer en el suelo. Y decime, ¿tenés algún dato sobre tu hermano?"
"Nada, estoy en cero."

Estoy en cero. El tiempo me corría, y de repente los negros también, así que tuvimos que salir picando a lo loco hasta la casa de Igor porque estaban con ganas de seguir quemando cosas. Se hubiesen ido a burnear CDs a sus casas, concha de la lora.

Dos semanas complicadas se me venían encima. Una ciudad enorme, un pito amenazante y un hermano que encontrar.