viernes, 17 de junio de 2005

Puro cuento

"Fer, ¿no me das una manito limpiando el piso de la cocina?", me intentó decir mi vieja (la grossa, esa que se preocupa por las patitas) desde el baño. Por el tono de su voz y la inocultable falta de aire, deduje que la mano venía dura. El tereso también. ¿Yo? ¿Limpiar la cocina? ¿Con lo ocupado que estoy rascándome el ñandú en la computadora? En mis adentros, solicité sexo oral pidiendo que me arrojaran cierto útil escolar, acérrimo enemigo (?) del lápiz, y no doy más pistas porque me delato (?).

Me arrimé a la cocina con el ánimo por el suelo, tipo vestuario de Cebollitas antes de acordarse que bancarse ser segundo también es ser campeón (?). Las baldosas pedían trapeada a gritos. Mi hermana en el cuarto por otra parte también pedía a gritos, que la desatara de la cama, que le dolían las muñecas. Yo le dije que bueno, que a mi me dolían los autitos a control remoto y que se callara porque se iba a comer otra quincena más. Después lo pensé un poco, dije "che, no, es mi hermana", y se lo bajé a 10 días. Me volví a concentrar en el piso, en el trapeador. Imágenes vagaban recurrentemente en mi cabeza: uno era Pelón, profiriéndome un "gil" punzante y desgarrador. La otra era la vieja de Procenex exclamando que le diese una patada al balde, así que abrí el compartimiento, lo tomé, lo llené y me puse a trapear. Hay que ser pelotudo para hacerle caso a la vieja esa, no jodan. Lo único que faltaba era que apareciese Mr. Músculo haciéndose el langa, con esa cara de "puf, si la tendré larga... Vení que te limpio la alfombra".

Transcurrida media horita hube acabado con el asunto. Debo admitir que me tentó la idea de ejecutarle un certero zurdazo al balde, pero me acordé lo capitalista que soy (?) y le di con la derecha, suavecito, al segundo palo (?).



Bueno, se me pasan los fideos, abracín.