Imposible no hacer post en referencia a Bariloche, es como ver un dogo ensartándose un caniche y no reirse porque parece que se está armando una brochette.
Sinceramente, no creo tener mejor manera de arrancar que con la famosísima canción. Siempre de alguna forma te la van a cantar: "y Bariló, Bariló, no vamo a Bariló", que al final no sabés si se están yendo o si te dicen que se quedan. Después viene la otra versión, cuando llegás: "y Bariló, Bariló, estamo en Bariló". Que grosso el "y" al principio de la canción, como que antes hubo algo, pero lo que importa es Bariló, tipo: "tengo dos cosas para decirte. Una es que te podés ir a la re puta que te parió en ciclomotor (se estaban peleando)... y Bariló, Bariló, no vamo a Bariló. Pero la que realmente me mata es la de la vuelta. Nunca va a faltar el desubicado. Te va a cantar en joda y todos mirarán iracundos, llorando como si hubiese muerto alguno y estuviese tirando chiste negro: y Buenos A, Buenos A, volvemo a Buenos A. Si sos de Chubut, jodete porque no te rima ni en pedo. Ni te cuento los que viven en San Salvador de Jujuy, que te chupa sílabas a lo loco.
La vida en Bariloche no es fácil. Si bien es cierto que al fin y al cabo uno vive de joda y en calzones por el hotel, no se tiene respiro. Situación después de un boliche, hora indefinida (con el pedo que tienen mirá si van a saber la hora...), durmiendo:
Coordinador: "¡CHICOS, SE VA EL MICRO, DALE!"
Alguno que ostente fuerzas para responder: "¿QUÉ LO QUÉ? No, no estudié, tómeme la clase que viene..."
Coordinador: "¡EL MICRO YA ESTÁ EN LA PUERTA, YO ME VOY EH! LOS QUIERO A TODOS EN 5' ARRIBA!"
El que menos resaca tenga: "¿Qué excursión es hoy?"
Coordinador: "Trineos orientales. ¡DALE, DALE QUE ME VOY EH!"
Inmediatamente, son tres las cosas que se suben a la cabeza de cualquiera: 'alguien calle a este pelotudo de un buen zurdazo', 'ah mierda, grossa excursión' 'y Bariló, Bariló, estamo en Bariló'.
Como consecuencia, no quedaba tiempo ni para una lavadita de dientes. Las que venían a puro pete noche tras noche, imagínense, a las puteadas y gastando más en chicle que en alcohol. Pero es Bariloche hermano, no hay tiempo. Te la tiran como viaje de egresados, pero la posta es que sirve como preparación para la vida laboral, solo que con almuerzo incluído.
Una vez arriba del micro, la gran mayoría sostiene un pedo de arrastre, de esos que todavía el flaco no hizo ni una mueca pero se ven a la legua y el primer comentario es: "Jajaj, ¿seguís en pedo, boludo?". El pobre energúmeno no sabe que decir, pero te termina contestando con las ojeras, que piden a gritos un café cargadito, una cama caliente y poder meterle el trineo al coordinador por el culo. Igualmente le dura 10 minutos, y ya después arranca a preguntar si alguno trajo un Vodka o algo para entrar en calor.
Menudo problema tenemos ahora con la excursión, y con Ricky Martin también, puto del orto. Resulta que los "trineos orientales" se convierten mágicamente en tablas de lavar 'made in China', la nieve se derrite por contrato para que no podamos culopatinar y a cambio recibimos todos una dulce y tierna patada en el susodicho. "Chicos, ¿la pasaron bien? ¡NENE, DAME ESE VODKA!". En fin.
Lo que más recuerda todo el mundo generalmente de su viaje, de lo poco que logra a causa del estremecimiento de sus neuronas, éxtasis y posterior muerte, son las anécdotas del hotel. Nunca te va a faltar el pelotudo en el grupo que comente "Jojojoj... todos los días tapábamos el baño boludo!! jojojojoj". ¿Y quién termina cagando en la habitación de al lado? Claro, el gil. Con la mejor cara de (?) que jamás pudiese haber esbozado, un miembro (pene con patas, imagínenselo) entra al cuarto, tarareando una desconocida canción:
"Y m m m, m m m, estamo en m m m... ¿QUÉ HACÉS ACÁ, CHABÓN?"
"(?)"
"Bueh, no sé... ¿Vodka tenés?"
"Sí, aguantá que lo estoy cagando, me falta la tapita y estoy, pelotudo."
"Grosso, bancá que tengo la Sprite en el placard."
Limpiadita, subidita de lompas, tirada de botón, practicamos mirada ganadora en el espejo dos o tres veces, y al ver que no podríamos levantarnos ni al peor de los ballenatos en estado vegetativo (así, tipo Vegeta) y que damos más pena que el tomatito, salimos con la esperanza de que mañana será un mejor día.
Después lo tenemos al otro fenómeno, maduro como para arrancar el ingreso a un diferencial exitosamente y con honores, con un sentimiento de destrucción y de caos que llama la atención, que sorprende. La pregunta que más veces escuchó en su vida es "¿vos en tu casa también hacés eso?", con el infaltable acompañamiento de "¿y entonces por qué lo hacés acá?" y Martha Argerich en el piano. Generalmente (siempre) posee la autoría del 95% de los crímenes perpetrados durante el viaje, y no se cansó nunca de decir "vení boludo vamo a romper tal cosa que es un cago de la risa...". Estratega como pocos y fanático del demonio de Tazmania, supo hacerse a fuerza de carisma y carita de pollito mojado de un amigo infalible: el de seguridad. Ese que con su esbelta cara de gil y su gorra con la visera recta intenta impartir autoridad:
"¡Nene, nene, dejá eso! ¿Qué estás haciendo?"
"Colgate de esta, flaco; no me jodas."
"¡Pero...Vení para acá!"
"Sí, ya voy, aguantá que termino de romper esto que me queda la puntita esta, hija de mil puta está durísima... ¿No me das una manito?" (wet chicken face)
"Es que... no sé... me llega a ver mi jefe y me mata..."
"¿Quién es tu jefe?"
"Stevie Wonder."
Y ahí sí que se re cagó en las patas. Soltó todo, aquí no ha pasado nada, silbidito cliché y se volvió a su cuarto, que en Space estaban dando Space Jam y quería ver al demonio en acción. Pero, y quién es capaz de dudarlo, la inconsciencia prima ante todo, es tía en algunos casos y abuela que teje sweaters en otros, así que regresaría al ruedo para cargarse otro importante número de víctimas materiales y conseguir satisfacer esa sed que lo quemaba por dentro, esa que cuando iba en bicicleta por la calle le pedía "pisá a la viejita, pisá a la viejita" y nuestro amigo, fuerte como pocos, decidió no hacerlo, se bajó raudamente, cazó soberbio cascote y la vieja se comió 25 puntos en la nuca. Pero no la pisó. Así que durante todo el viaje, hizo las mil y una, marcando paredes a patadas, escupiendo por las ventanas, rasgando cuadros, rompiendo veladores, puertas, la manguera de los bomberos y rasguñando piedras. Ante tales hechos, todos los observan con risa, con comentarios cargados de jolgorio y estupefacción, excepto el dueño del hotel que siente deseos de ejecutarse un harakiri con la llave del cuarto. Y al final, ¿quién paga por todo lo que rompió el amigo? Todos.
¿Pero qué sería de Bariloche sin la noche? Bariló tiene esa mística, ese espíritu único, el de la adolescente asesinada que anda dando vueltas por la ciudad espantando turistas y sin depilar. Las noches en Bariloche no tienen comparación con las vividas en cualquier otra parte, principalmente porque las otras te las acordás, pero también porque contienen una euforia especial. Somo todo amigo, somo, y entre abracines y pogos, a alguna boluda se le caen los lentes de contacto, por lo que todos se comen veinte minutos en puntitas de pie, buscando, hasta que un capo pronuncia la frase que el mundo espera "uia, ¡lo pisé!". Aplausos, un par de bifes para que escarmiente y continuamos con el punchi. Las horas avanzan, y los más débiles comienzan a caer heróicamente en el campo de batalla. "Deberías haberlo visto, murió atacado por un balde, fue una estocada directo al hígado". Los otros que se retiran sin pena ni gloria son los abuelitos. Es más, al otro día, y con total sinceridad, sus amigos les preguntan "Ah, ¿viniste ayer? Ni te vi". Algún que otro galán está perdido por el boliche comiéndose a la mujer de sus sueños: una gorda de monstruosas dimensiones, con los dientes picados y la panza colgando. Igualmente para él estaba buena, siempre te van a decir eso.
Muy pocos son los que duran hasta las 6 de la mañana. Ya para esas alturas, el boliche está casi vacío, el DJ puso el shuffle del Winamp y se fue a dormir a su casa y el de la barra pegó un cartelito que dice "te dejé el balde descongelándose en el fregadero". No obstante, la excitación de algunos no tiene fin. Llegan al hotel a los gritos, saltando, repiqueteando, murgueando, y se quedan dando vueltas por los pasillos, buscando... algo, no sé. Los pelos están grasosos, las remeras mojadas, los delineadores corridos, los pisos vomitados. Pero a nadie le importa, esto es Bariloche. Además, a quién le va a importar si una mitad duerme y la otra tiene un pedo de novela tragicómica. Quedarse a ver el amanecer sería un recuerdo muy romántico del viaje, un símbolo inolvidable, pero amanece a las 8 de la mañana, qué joder, quedarse despierto es un suicido.
Por lo tanto, todos a dormir, que en poco tiempo arrancará otro día de excursión, de anécdotas, de resaca y por sobre todo, de vodka. El último que apague la luz.
¡¡¡Un segundo!!! ¿Se pensaban que este post se iba a cerrar sin las fotos de Pelón? Ilusos.
Ahora sí, abracín y hasta la próxima.